Читать онлайн книгу "El Secreto Del Relojero"

El Secreto Del Relojero
Jack Benton


El segundo misterio electrizante de la serie de los misterios de Slim Hardy.

Un reloj enterrado tiene la clave para descifrar un misterio de hace dГ©cadas. De vacaciones para escapar de las pesadillas de su Гєltimo caso, el soldado caГ­do en desgracia y convertido en detective privado, John В«SlimВ» Hardy, encuentra algo enterrado en la turba de Bodmin Moor. Inacabado y daГ±ado por el agua, el viejo reloj ofrece pistas vitales para un caso sin resolver de personas desaparecidas. A medida que Slim empieza a hacer preguntas en el diminuto pueblo de Penleven, en Cornwall, va entrando en un mundo de mentiras, rumores y secretos, algunos de los cuales los residentes preferirГ­an que permanecieran enterrados. Hace veintitrГ©s aГ±os, un relojero solitario saliГі de su taller y caminГі hacia Bodmin Moor, llevando con Г©l su Гєltimo reloj inacabado. DesapareciГі. Slim estГЎ decidido a descubrir por quГ©. El secreto del relojero es la deslumbrante secuela del aclamado debut de Jack Benton, El hombre a la orilla del mar.









El secreto del relojero

Los misterios de Slim Hardy nВє 2

Jack Benton










Otras Obras de Jack Benton


(y disponible en espaГ±ol)

El hombre a la orilla del mar


"El Secreto del Relojero” Copyright © Jack Benton / Chris Ward 2019

Traducido por Mariano Bas

El derecho de Jack Benton / Chris Ward a ser identificado como el autor de este trabajo fue declarado por Г©l de conformidad con la Ley de derechos de autor, diseГ±os y patentes de 1988.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperaciГіn o transmitida, en cualquier forma o por cualquier medio, sin el permiso previo por escrito del Autor.

Esta historia es una obra de ficciГіn y es producto de la imaginaciГіn del autor. Todas las similitudes con lugares reales o con personas vivas o muertas son pura coincidencia.




ГЌndice


El secreto del relojero (#u11234637-5248-53e8-b99d-4b667d79c2ea)

CapГ­tulo 1 (#ua1ee5bbd-1df2-5979-b620-7862956c0524)

CapГ­tulo 2 (#uf7ea2d99-5d10-5081-b4d0-5674309fd295)

CapГ­tulo 3 (#uea69bfa2-d9da-5bad-bbcb-364ec9a602a1)

CapГ­tulo 4 (#u93408843-e182-54d0-a1ce-85821bb4dee2)

CapГ­tulo 5 (#u225c8d55-39b7-5bc9-8555-3ea16e317cac)

CapГ­tulo 6 (#u93404543-b65c-5860-8b05-59e262f3c1f5)

CapГ­tulo 7 (#u77e9bf2a-b934-5b76-81f5-8af647b13b3f)

CapГ­tulo 8 (#ufd36f90f-002f-586d-936f-a4eb2135f142)

CapГ­tulo 9 (#u78dbdc82-bbc6-5769-ae1f-1054292967c7)

CapГ­tulo 10 (#ufe4fc37b-9791-5aa7-987c-8fa9a43915dd)

CapГ­tulo 11 (#ud51eaf49-3c2b-5089-b2ff-42243d7796a0)

CapГ­tulo 12 (#ue4a4fd07-d8a7-5537-b08e-441d283dbcdf)

CapГ­tulo 13 (#udcaa2d43-d2e1-5cc5-8d2d-b55b5814f8af)

CapГ­tulo 14 (#u88f3f488-8764-570a-8ad2-3f0de2554ec7)

CapГ­tulo 15 (#uded26a23-0a79-586e-9c9b-bd73e5c0f164)

CapГ­tulo 16 (#u803bb548-6d63-510d-b16a-6e34671cdba6)

CapГ­tulo 17 (#uc2f1b9fd-5899-5ff6-9702-f52c227c11c4)

CapГ­tulo 18 (#u73b2d98b-84c7-5db6-b57e-eebee9446a37)

CapГ­tulo 19 (#u956e58da-dec5-5c39-8fac-c19d42e46ca0)

CapГ­tulo 20 (#ueb67089e-8f15-5e9c-895c-f60368197252)

CapГ­tulo 21 (#u3b301a22-eef3-53f0-a12c-18426e414ace)

CapГ­tulo 22 (#ue2f4bce7-44ca-5245-9f57-54938d62a2c8)

CapГ­tulo 23 (#ua15dde84-4e06-554e-8037-02e77a9e81fe)

CapГ­tulo 24 (#u84b46cf5-172f-55de-8f90-26336d17be1f)

CapГ­tulo 25 (#u93584eef-2c80-50dd-976b-0e334cad2736)

CapГ­tulo 26 (#u6bab42cb-0644-5ccf-ad7d-3756414783ed)

CapГ­tulo 27 (#ue1c5ab12-bd91-588a-81a3-3ced8cfbcdc4)

CapГ­tulo 28 (#u4c670bf2-ed00-54fd-95a4-0ca9c4e14f95)

CapГ­tulo 29 (#u0245855e-1343-571e-b4df-5a586053c56d)

CapГ­tulo 30 (#uc1a9ed06-6236-5b19-9e81-81968e02b94e)

CapГ­tulo 31 (#u210f0fc2-6cc6-50fc-8e03-d257bb107dfc)

CapГ­tulo 32 (#u1bcd57f9-d8d0-52f8-a320-3229e44dc0bd)

CapГ­tulo 33 (#u95e6997b-5c62-5b47-9090-56c9a8d4ff2f)

CapГ­tulo 34 (#uc0224c3e-3061-5993-9fc2-bf6fbd519a6b)

CapГ­tulo 35 (#u0e120cb2-a98f-5e3e-a408-8bae933d5873)

CapГ­tulo 36 (#u15688906-ad37-5a00-a2f6-fa048d412551)

CapГ­tulo 37 (#ua147fd76-15a6-5fea-994a-3f34bfd00757)

CapГ­tulo 38 (#uc66f1555-d064-5ea5-b9be-1d96c64ae80c)

CapГ­tulo 39 (#ua2cd8202-2802-523c-b0d7-83caf820e5ec)

CapГ­tulo 40 (#ue803d822-20fc-50be-a3f1-717ac1a818b6)

CapГ­tulo 41 (#uf160ac6c-2a8c-557c-8084-2ad7fd115427)

CapГ­tulo 42 (#u56c918e2-6960-52c7-8a98-40654e0f7d44)

CapГ­tulo 43 (#u7ee7404d-10c9-5cb8-9451-b7aebc1c5b78)

CapГ­tulo 44 (#ubd2f48cd-2863-5553-b5f3-1ec23c8c42e2)

CapГ­tulo 45 (#u2c4d4769-1d22-5374-8178-68c300ffeace)

CapГ­tulo 46 (#u4a5cadbc-1ab5-51f6-91ec-c86bb45f5eee)

CapГ­tulo 47 (#ud8c207dd-c30d-5ad9-97c9-bf8f62348eec)

CapГ­tulo 48 (#u340d4760-a7b6-51e4-9fc3-eb7aefff42af)

CapГ­tulo 49 (#ude16a0b8-4a3a-521a-9444-2c32cab9d0d9)

CapГ­tulo 50 (#ud2cc9db0-80df-5cd0-a112-9a31fd5168ea)

CapГ­tulo 51 (#u8f540c9f-ca59-56a8-a9ce-25b25106cf79)

CapГ­tulo 52 (#u625e8390-33a8-54bf-86df-4c1e9d5cbe4c)

CapГ­tulo 53 (#u22a97b10-3465-53c6-b1f9-199e3588a3ab)

CapГ­tulo 54 (#u406eb459-ab6f-5b09-9db3-ce53f8f0f3b1)

Sobre el Autor (#ua2bab43e-9bdf-5c91-b615-ed28c2db660c)

Notes (#u80b82731-2f17-538d-893d-deba3f370096)




El secreto del relojero


El secreto del relojero

Los misterios de Slim Hardy nВє 2

Jack Benton




1







El paseo no estaba yendo como habГ­a previsto.

Las amenazantes pilas de granito de Rough Tor eran un mal indicador de direcciГіn, brotando sobre la lГ­nea del horizonte mientras Slim Hardy trataba de recuperar el rastro del sendero que le llevaba a lo alto de la colina desde el estacionamiento.

A su derecha, un pequeГ±o rebaГ±o de ponis de los pГЎramos bloqueaba la ruta directa hacia la cadena montaГ±osa y las cotas mГЎs altas. Sus ojos desafiantes vigilaban cada uno de sus pasos mientras Slim los bordeaba, moviГ©ndose lentamente sobre el terreno hГєmedo y desigual, cauteloso ante los canchales de granito que afloraban a travГ©s de las toberas de hierba paramera.

Slim suspirГі. Ahora habГ­a perdido el rumbo, con la larga cordillera de Rough Tor alzГЎndose casi enfrente y la cumbre plana de Brown Willy con su rosario de rocas apareciendo justo delante de Г©l a travГ©s de un valle amplio y accesible. BuscГі por costumbre la petaca que ya no llevaba, sacudiГі su mano como para castigarse por haberlo olvidado y luego se sentГі en una piedra para darse un respiro.

En lo alto de la cordillera, los dos ciclistas a los que habГ­a seguido desde el estacionamiento pasaron las rocas y se dirigieron hacia Brown Willy. Mientras desaparecГ­an de su vista, Slim sintiГі un espasmo de soledad. Al fondo de la pendiente habГ­a tres coches en el estacionamiento junto a la mancha de su bicicleta, pero no habГ­a ninguna seГ±al de los demГЎs paseantes. Aparte de los ponis, estaba solo.

DespuГ©s de un mordisco a las sobras de un sГЎndwich y un trago de una botella de agua, Slim mirГі a lo alto del pico, presa de la indecisiГіn. TenГ­a por delante un largo camino para bicicletas y la pila de su linterna estaba agotada. Sin embargo, mientras se daba la vuelta, el sol se abriГі paso por un momento entre las nubes y a lejos, en el sur, el canal de la Mancha brillГі entre dos colinas. Hacia el noroeste, Slim buscГі el AtlГЎntico, pero habГ­a un banco de nubes tendido sobre los campos, oscureciendo todo, salvo un diminuto triГЎngulo gris que podrГ­a haber sido agua.

Con un gruГ±ido perseverante, se echГі a los hombros su mochila y volviГі al sendero, pero pocos pasos despuГ©s una piedra suelta se deslizГі debajo de su bota, haciendo que metiera la pierna hasta la rodilla en un charco de agua sucia. Gesticulando, Slim sacГі el pie del barro y avanzГі penosamente hasta un terreno mГЎs seco.

Mientras se quitaba y vaciaba su bota izquierda, sonriГі pensativamente al recordar que habГ­a dejado un par de calcetines de recambio sobre la cama de su habitaciГіn, al sacarlos de su bolsa para hacer sitio a un viejo libro de la estanterГ­a del albergue.

El sol volviГі a aparecer entre las nubes, con las columnas de granito brillando bajo su repentino resplandor. La manada de ponis se habГ­a movido en la colina, dejando a Slim una ruta directa hacia la cordillera.

—Vamos —se dijo a sí mismo—. Tú nunca te rindes, ¿verdad?

Su bota chapoteГі mientras se la volvГ­a a poner, pero con una mueca que no abandonaba su cara acabГі llegando a la cordillera quince minutos despuГ©s, trepando por los montones de granito hasta el punto mГЎs alto. La niebla habГ­a caГ­do, oscureciendo todo, salvo las laderas de la colina. Las antiguas canteras de caolГ­n del suroeste eran como fantasmas en la niebla, pero detrГЎs de una turbia lГЎmina gris se encontraba el mundo.

Con la arenilla del agua como un papel de lija entre los dedos de sus pies, Slim solo se detuvo lo suficiente como para echar un trago rГЎpido antes de empezar a bajar. El tibio dГ­a de primavera se estaba convirtiendo rГЎpidamente en una tarde de finales de invierno y solo le quedaba una hora de luz antes de una oscuridad completa. Aunque la niebla no habГ­a caГ­do todavГ­a sobre el pequeГ±o estacionamiento de tierra con su amorfa paleta de grises (una mota de rojo cerca de la pared inferior identificaba su bicicleta), parecГ­a mucho mГЎs lejano de lo que le habГ­a parecido la cumbre cuando empezГі a subir.

Estaba mirando a lo lejos, contando las ovejas apiГ±adas en un pequeГ±o valle natural mГЎs debajo de la ladera como una manera de no pensar en las gГ©lidas rГЎfagas de viento, cuando algo se hundiГі bajo sus pies.

Se cayГі de bruces, usando las manos para protegerse. Se habГ­a caГ­do sobre el mismo pie, pero esta vez se habГ­a torcido el tobillo y un dolor agudo corriГі por su pierna. Se dio la vuelta en el suelo, se quitГі la bota y empezГі a frotarse el tobillo durante unos minutos. Al quitarse su calcetГ­n mojado, vio el principio de una molesta torcedura y la exposiciГіn al aire enviГі un frГ­o invernal a todo su cuerpo. Al menos allГ­ el suelo estaba seco, asГ­ que se sentГі y mirГі a lo alto de la ladera, sintiГ©ndose al mismo tiempo enfadado y estГєpido. EngГЎГ±ame una vez, engГЎГ±ame dos, recordaba el inicio de un refrГЎn que le gustaba decir a su exesposa, aunque habГ­a olvidado el resto.

MirГі a su alrededor, preguntГЎndose quГ© piedra la habГ­a hecho tropezar y frunciГі el ceГ±o. Algo asomaba entre dos matas de hierba, ondeando en la brisa.

La esquina de una bolsa de plГЎstico, desgastada y a tiras, con su antiguo color convertido en un gris blanquecino. Slim titubeГі antes de recogerla, recordando su estancia en Irak con el ejГ©rcito, cuando eso podrГ­a haber indicado una mina en el suelo, un indicador para los milicianos locales que seguГ­an usando la zona. Cualquier porquerГ­a podГ­a significar la muerte y en los alrededores de algunos pueblos sucios y polvorientos Slim apenas se atrevГ­a a dar un paso al frente.

Para su sorpresa, se resistiГі al tirГіn. Puso ambas manos en las matas y colocГі los dedos alrededor de la forma dura y angulosa que tenГ­a la bolsa. Se encontraba por debajo a la mata, cruzada un par de palmos y su corazГіn empezГі a latir con fuerza. ВїMuniciГіn militar perdida? Dartmoor, hacia el nordeste, se usaba para maniobras militares, pero Bodmin Moor supuestamente era seguro.

PresionГі un dedo sobre la dura superficie y esta cediГі un poco. Madera, no plГЎstico o metal. Ninguna bomba que Г©l hubiera conocido se habГ­a fabricado con madera.

EmpujГі hacia atrГЎs la mata, que cediГі con facilidad y girГі el objeto envuelto para sacarlo de la hierba. Las esquinas cuadradas y los surcos tallados despertaron su curiosidad. DesatГі el nudo de la bolsa y sacГі el objeto del interior.

—¿Qué…?

La bolsa contenГ­a un bonito y adornado reloj de cuco. Unas delicadas tallas de madera rodeaban una bonita esfera central. Para su sorpresa, seguГ­a funcionando cuando un pequeГ±o cuco saliГі repentinamente por encima del nГєmero 12, con un cansado grito que resonГі en los sorprendidos oГ­dos de Slim.




2







—¿Se va a quedar una semana más, Mr. Hardy?

Mrs. Greyson, la anciana dueГ±a de Lakeview Bed & Breakfast, un albergue que cumplГ­a solo dos de sus tres nombres,


con su mirada severa, estaba esperando en el sombrГ­o recibidor cuando Slim entrГі a travГ©s de la puerta principal. Helado y dolorido por el largo paseo y todavГ­a asustado por lo cerca que un Escort con un motor revolucionado habГ­a estado de hacerlo picadillo, habГ­a esperado evitar una disputa al menos hasta despuГ©s de haberse duchado.

—No lo he decidido todavía —dijo—. ¿Puedo contestarle mañana?

—Es que necesito saber si puedo alquilar su habitación.

Slim no habГ­a visto ningГєn otro cliente en ese albergue de cuatro habitaciones. SonriГі forzadamente a Mrs. Greyson, pero, mientras pasaba por delante de ella hacia las escaleras, se detuvo.

—Oiga, ¿no conocerá algún sitio por aquí que haga tasaciones?

—¿Tasaciones? ¿De qué?

Slim levantГі la muГ±eca y agitГі el reloj vulgar que habГ­a comprado en unas rebajas en Boots hacГ­a un aГ±o.

—He pensado que podía empeñar esto —dijo—. Tal vez sea el momento de cambiarlo.

Mrs. Greyson arrugГі la nariz.

—Puedo decirle lo que vale eso. Nada.

Slim sonriГі.

—Hablo en serio. Era de mi padre. Es una herencia familiar.

Mrs. Greyson encogiГі los hombros, como si fuera consciente de que estaba mintiendo.

—Estoy segura de que pierde el tiempo, pero si va realmente en serio, encontrará alguno en Tavistock. Tienen mercado todos los sábados. Se vende todo tipo de basura y sin duda encontrará a alguien dispuesto a quitarle eso de las manos por un pequeño importe.

—¿Tavistock? ¿Dónde está?

—Al otro lado de Launceston. En Devon. —Esto último lo dijo arrugando la nariz, como si existir más allá de Cornualles fuera el más horrible de los crímenes.

—¿Hay autobús?

Mrs. Greyson suspirГі.

—¿Por qué no alquila un coche? ¿Qué clase de persona viene a Cornualles sin un coche?

В«La clase de persona que ya no tiene permiso de conducirВ», quiso decir Slim, pero no lo dijo. Sus prejuicios ya eran suficientes sin saber su suspensiГіn por conducir ebrio.

—Ya se lo dije, trato de ser responsable con el medio ambiente. Trato de vivir de acuerdo con mi lado ecologista.

—Me alegro por usted. —Otro suspiro—. Bueno, hay un horario en la puerta de su habitación, como le dije antes.

Slim no recordaba si se lo habГ­a dicho o no. Es verdad que habГ­a algo, pero se habГ­a borrado hasta casi hacerse ilegible y probablemente estarГ­a desactualizado desde hacГ­a aГ±os.

—Gracias —dijo, lanzándole una sonrisa.

—Sinceramente, no sabe la suerte que ha tenido de que First Bus haya empezado a funcionar en el norte de Cornualles. Hasta ahora, solo había un autobús a Camelford en toda una semana. Salía a las dos de la tarde el martes y tenías que esperar una semana para volver a casa. ¿Se imagina atrapado en Camelford una semana? A cualquiera le basta con una hora.

—¿Tan malo es?

Mrs. Greyson no apreciГі el sutil sarcasmo de Slim.

—Han tenido una circunvalación durante años. Al menos ahora los autobuses van dos veces al día. Fue Blair quien lo arregló. Las cosas han ido a peor desde que volvieron los conservadores. Fueron a por la piscina de mar de Bude, luego los baños públicos de…

—Gracias, Mrs. Greyson —dijo Slim.

Mrs. Greyson se volviГі hacia la cocina, aГєn moviendo la boca en silencio, mientras las palabras seguГ­an cayendo como gotas de un grifo que pierde agua, con sus manos mezclando torpemente un fajo de sobres de facturas y extractos bancarios. Slim empezГі a creer que la conversaciГіn habГ­a terminado, cuando ella se detuvo y se volviГі hacia Г©l.

—¿Va a salir a cenar otra vez esta noche?

Penleven solo tenГ­a una tienda que cerraba a las seis y un pub que dejaba de servir comida a las ocho y media. TenГ­a media hora para llegar a su mesa solitaria en el comedor o serГ­an unos fideos precocinados y un sГЎndwich de atГєn por tercera noche seguida. Aunque Slim tenГ­a sus motivos para extender su estancia en Cornualles, vivir de acuerdo con su sobrenombre no era uno de ellos.




AsintiГі.

—Creo que sí —dijo.

—Bueno, no se olvide de la llave —dijo, algo que le había dicho todas las noches de su estancia de tres días—. No me voy a levantar para abrirle.




3







Arriba en su habitaciГіn limpia y sorprendentemente grande para una casa que exteriormente era bastante pequeГ±a, Slim sacГі el reloj de su mochila y lo desenvolviГі de la bolsa de plГЎstico.

No sabГ­a nada sobre relojes. Su Гєltimo piso solo tenГ­a uno de plГЎstico barato que se habГ­a dejado el anterior ocupante y para saber la hora siempre usaba su viejo Nokia o una sucesiГіn de relojes de pulsera de rebajas hasta que estaban tan araГ±ados que no permitГ­an ver la hora.

El reloj era una caja cuadrangular con el diseГ±o de una casa de invierno, con un tejado apuntado y en voladizo y un agujero debajo para un pГ©ndulo inexistente. La esfera del reloj, con sus nГєmeros romanos de metal ligeramente daГ±ados, estaba rodeada de espirales y tallas: dibujos de animales y ГЎrboles, sГ­mbolos que tal vez representaran el sol y la luna o las estaciones. En un semicГ­rculo debajo de la esfera del reloj habГ­a una cinta delgada que mostraba una luna mirando hacia arriba o tal vez una herradura inacabada. HabГ­a unos araГ±azos ilegibles sobre su superficie. Todo el reloj estaba barnizado con una densa primera capa, que tendrГ­a que haberse lijado cuando el diseГ±o se hubiera terminado y perfilado.

Slim sacudiГі confundido su cabeza. Nunca habГ­a encontrado antes un reloj hecho a mano. Si alguien se habГ­a tomado el tiempo para crear algo tan complejo, Вїpor quГ© envolverlo en una bolsa y enterrarlo en el pГЎramo?

Curiosamente, a pesar de la falta de pГ©ndulo, seguГ­a funcionado, aunque las manecillas estaban un par de horas adelantadas (ahora mostraba casi las once) y la parte inferior estaba bastante daГ±ada por el agua allГ­ donde se habГ­a desgarrado la bolsa. Slim tratГі de retirar la parte de atrГЎs para mirar dentro, pero estaba fuertemente atornillada, no tenГ­a herramientas y no querГ­a molestar a Mrs. Greyson de nuevo. Aun asГ­, la madera tenГ­a el olor a quemado de la turba, asГ­ como a vieja humedad. Slim podГ­a pensar fГЎcilmente que el reloj era mГЎs viejo que sus propios cuarenta y seis aГ±os.

Slim tomГі un trapo hГєmedo del lavabo y limpiГі el reloj. El barniz rГЎpidamente mostrГі un brillo imperial a medida que la arena y el polvo desaparecГ­an. Los detalles de las tallas se hicieron mГЎs visibles: ratones, zorros, tejones y otros elementos de la fauna salvaje britГЎnica escondidos entre las curvas y los arcos pulidos de los ГЎrboles. Con el firme tictac del mecanismo del reloj sugiriendo un conocimiento mecГЎnico igual al artГ­stico, quienquiera que hubiera construido este reloj lo habГ­a hecho con un gran orgullo y con un nivel excepcional de habilidad.

Slim dejГі el reloj encima de la cГіmoda junto a su cama cuando tomГі su abrigo. Era la hora del paseo nocturno al pub local, ojalГЎ a tiempo para las Гєltimas comandas. No le apetecГ­an los fideos precocinados por tercera vez consecutiva. No era que los odiara, sino que la pequeГ±a tienda del pueblo solo tenГ­a un sabor. La noche en que habГ­a subido de nivel y comprado una lata de alubias y salchichas, habГ­a descubierto que habГ­an caducado hacГ­a tres meses.

Mientras andaba bajo la ligera lluvia que era habitual en Bodmin Moor en sus alrededores despuГ©s de caer la noche, no podГ­a dejar de pensar en el reloj.

Si hubiera encontrado una bolsa de oro, no podГ­a haber sido mГЎs misterioso.




4







—¿Quién es usted realmente, Mr. Hardy? —dijo Mrs. Greyson, reteniendo su desayuno, como si su entrega dependiera de su respuesta—. Quiero decir, está aquí como mi huésped en medio de la nada durante semanas y todo lo que hace cada día es pasear por las montañas o dar vueltas por el pueblo. ¿Está aquí por alguna razón concreta?

Slim se encogiГі de hombros.

—Soy un alcohólico en rehabilitación.

—¿Y aun así cena todas las noches en el Crown?

—Llámelo penitencia —dijo Slim—. Me enfrento a mis demonios personales. Además, siempre me siento en el comedor, sin ver el alcohol.

—¿Pero por qué aquí? ¿Por qué está en Penleven? Si no hubiera advertido su incapacidad para recordar cosas básicas como llevarse su llave del portal cuando se va, podría haber pensado que es un espía que esconde.

Slim se encogiГі de hombros.

—No me puedo pagar un viaje al extranjero. Y siempre me ha atraído Cornualles, especialmente las partes frías, oscuras y anodinas que evita la mayor parte de la gente.

—Bueno no hay nada que cumpla mejor con eso que Penleven —dijo Mrs. Greyson con un aire de ligera decepción, como si una vez hubiera tenido una oportunidad de irse, pero la hubiera dejado pasar—. Solo hay unas doscientas personas en el pueblo, pero al menos no somos un pueblo fantasma como muchos de los de la costa.

—¿Pueblos fantasma?

—Boscastle, Port Isaac, Padstow… todos son sitios de vacaciones. Activos durante el verano, desiertos en invierno. Puede que no seamos muy animados, pero al menos siempre hay una cara amistosa en la tienda o el pub.

Las veces que se habГ­a aventurado en la barra del Crown para pedir su comida, Slim habГ­a visto pocas caras amistosas, pero muchas tristes, tiradas sobre sus pintas de cerveza, mirando al vacГ­o. Tal vez fuera el invierno: por la noche el viento aullaba, haciendo temblar su ventana lo suficientemente fuerte como para que a veces temiera que se saliera de la pared y la noche era muy oscura en el camino hacia el albergue, no era la oscuridad de la ciudad a la que Slim estaba acostumbrado. O tal vez fuera que habГ­a poco de quГ© hablar en esos lugares. Slim no tenГ­a cobertura de telГ©fono hasta que subГ­a mГЎs de un kilГіmetro por la colina por la carretera que se dirigГ­a a la A39, pero para alguien con mГЎs por olvidar que por mirar adelante, estaba en un lugar ideal.

Como si renunciara a la caza del fragmento de cotilleo que podrГ­a haber elevado su prestigio entre los miembros mГЎs lenguaraces de la comunidad, Mrs. Greyson hizo descender el desayuno de Slim y se echГі atrГЎs, cruzando los brazos, quedГЎndose a mirar unos momentos antes de darse rГЎpidamente la vuelta y volver a la cocina. Slim se quedГі solo en la estrecha zona de comedor del albergue: tres mesas tan apretadas contra las paredes que estaban marcadas sobre el papel pintado y una flotando en medio, como si estuviera olvidada. Mrs. Greyson, en una especie de acto de desafГ­o contra su descaro por cargarle sus asuntos, preparaba el lugar menos deseable de todos para Slim cada maГ±ana, en una mesa atrapada detrГЎs de una puerta del recibidor. La carta, con tres de las cuatro opciones tachadas, constaba solo de repollo hervido y frito con el acompaГ±amiento ocasional de unas alubias estofadas. Slim tenГ­a tantos gases que tenГ­a que dejar abierta la ventana de su dormitorio por la noche.

Al menos la tostada estaba siempre buena y el cafГ©, aunque le faltaba el extra de algo que Slim habrГ­a aГ±adido en otro tiempo, era fuerte y sabГ­a como si se hubiera preparado al dГ­a anterior, tal y como le gustaba a Slim.

AcabГі rГЎpidamente, gritГі dando las gracias a Mrs. Greyson y luego se fue antes de que le arrinconara de nuevo. Lo recibiГі un viento hГєmedo que soplaba desde Bodmin Moor, a unos tres kilГіmetros al este, que puso a prueba la capacidad de su cazadora para mantenerlo seco y caliente. Incluso cuando los pГЎramos estaban secos, Penleven estaba envuelto en la misma llovizna, como si fuera el dueГ±o de su propio microcosmos climГЎtico.

El autobГєs llegГі unos diez aceptables minutos tarde y le llevГі por un aparentemente interminable serpenteo a travГ©s de valles boscosos siguiendo carreteras estrechas y sinuosas hasta llegar por fin al valle del bonito pueblo de Tavistock. Ubicado a lo largo de un tramo del rГ­o Tavy, era un agradable conjunto de calles histГіricas rodeadas por tiendas sorprendentemente metropolitanas. Disfrutando de la rara comodidad de la gente, Slim aprovechГі la oportunidad para actualizar el viejo jabГіn del baГ±o de Mrs. Greyson, comprarse una camiseta de H&M y luego almorzar en un Wetherspoons. Al volver a su propГіsito despuГ©s de acabar de ver un partido de rugby en una gran pantalla, encontrГі el mercado cubierto cerca del rГ­o y preguntГі por algГєn vendedor de antigГјedades. Tres personas le recomendaron Geoff Bunce, el dueГ±o de una tienda de baratijas situada en el rincГіn nordeste detrГЎs de un bullicioso cafГ©.

—Necesito que me tase un reloj —dijo Slim a Bunce, un hombre con la barba blanca, cuyo grosor y vello facial le daban la apariencia de un Papá Noel fuera de temporada, un parecido acentuado por los tirantes que rodeaban su prominente barriga.

—Déjeme que eche un vistazo.

Bunce dio la vuelta al reloj varias veces, canturreando en voz baja con aprecio y contento, mirando demasiado a menudo a Slim y entrecerrando sus ojos con gesto de sospecha.

—¿Le importa que quite la tapa de atrás?

—Claro que no.

Mientras Bunce se ponГ­a a trabajar con un destornillador, Slim se sentГі alejГЎndose de su mesa y dejГі que sus ojos vagaran por las estanterГ­as y las cajas cargadas de baratijas. No habГ­a tantas antigГјedades como basura cubierta de polvo de un pasado ya olvidado.

—¿Es usted amigo del viejo Birch? —dijo Bunce de repente.

—¿Qué?

Bunce le mostrГі un sobre daГ±ado por el agua.

—El Viejo Birch. Amos.

Slim frunciГі el ceГ±o, preguntГЎndose si Bunce estaba hablando en algГєn dialecto de la zona. Luego, con una pizca de frustraciГіn, el hombre repitiГі:

—Amos Birch. El hombre que fabricó este reloj. Vivía en Trelee, cerca de Bodmin Moor. Tenía una granja. En sus primeros tiempos, solía vender sus relojes aquí mismo, en el mercado de Tavistock, antes de hacerse famoso. ¿Era amigo suyo?

—Sí, un amigo.

—Bueno, pues supongo que esto le pertenece. —El hombre sacudió el sobre como para recordar a Slim su existencia.

Slim lo tomГі, sintiendo de inmediato la delicadeza antigua del papel junto a su humedad. Si tratara de abrirlo, el sobre se desmenuzarГ­a en sus manos y cualquier mensaje que contuviera se perderГ­a.

—Ah, ahí es donde estaba —dijo, lanzando una sonrisa poco convencida al tendero—. Lo estaba buscando.

—Sin duda, Mr…

—Hardy. John Hardy, pero la gente me llama Slim.

—No voy a preguntarle por qué.

—No lo haga. La historia no merece la pena.

Bunce volviГі a suspirar. Dio la vuelta al reloj una vez mГЎs.

—Está sin terminar —dijo, confirmando lo que ya había supuesto Slim—. ¿Supongo que su amigo Birch se lo dio como un regalo? No podría haberlo vendido en estas condiciones, un hombre con su reputación.

—Parece que lo conocía bien.

—Amigos de la escuela. Amos era dos años mayor, pero no había muchos chicos por los alrededores. Todos nos conocíamos.

—Supongo que eso son las comunidades pequeñas para ustedes.

—Usted no es de aquí, ¿verdad, Mr. Hardy?

Slim siempre habГ­a pensado que hablaba con un acento neutro, pero eso le hacГ­a un forastero donde se esperaba que uno tuviera un acento del suroeste del paГ­s.

—De Lancashire —dijo—. Pero he estado mucho tiempo en el extranjero.

—¿Militar?

—¿Cómo lo sabe?

—Por sus ojos —dijo Bunce—. Veo fantasmas en ellos.

Slim dio un paso atrГЎs. Una pelГ­cula de recuerdos indeseados empezГі a parpadear, lo que le hizo sacudir la cabeza para apagarla.

—¿Usted también fue militar?

—En las Falklands. Cuanto menos hablemos de ello, mejor.

Slim asintiГі. Al menos tenГ­an algo en comГєn.

—Bueno, supongo que ya le he hecho perder demasiado tiempo…

—Podría conseguir unos cientos por él —dijo Bunce, dándole de golpe el reloj—. Tal vez un poco más si lo subasta. Hay coleccionistas de relojes de Amos Birch, aunque sean pocos. No está acabado y tiene algunos arañazos, pero sigue siendo un reloj original de Amos Birch. Solía tener demanda. Amos fue un artesano antes de que la artesanía estuviera de moda.

—¿Solía?

Bunce frunciГі el ceГ±o y Slim sintiГі que los ojos del hombre diseccionaban cada hilo de sus mentiras.

—El interés por Amos Birch se desvaneció después de que desapareciera.

—¿Después de que…?

—¿Verdad que usted sabe, Mr. Hardy, que su amigo ha estado desaparecido desde hace más de veinte años?




5







El Crown & Lion, el pub solitario que se encontraba en el mismo lГ­mite de Penleven, con una ristra de ГЎrboles separГЎndolo de la propiedad mГЎs cercana de casas como un vecino maldito nunca habГ­a sido mГЎs atractivo. Desde la Гєnica parada de autobГєs, Slim no podГ­a mГЎs que pasar por delante de Г©l para llegar a su alojamiento y aunque habГ­a comido frecuentemente en su desangelado comedor con tentaciones de un alcohol que habrГ­a borrado en un abrir y cerrar de los ojos de un bizco local los Гєltimos tres meses de rehabilitaciГіn, esa noche sentГ­a demasiado la antigua tensiГіn, la nerviosa inquietud que siempre le habГ­a empujado al abismo. La gente decГ­a que una vez que se es un alcohГіlico, siempre se es un alcohГіlico y aunque Slim tenГ­a la esperanza de que algГєn dГ­a podrГ­a disfrutar tranquilamente de alguna cerveza ocasional, esos dГ­as libres de demonios, de control y conformidad quedaban muy lejos. EchГі una Гєnica mirada nostГЎlgica a las luces de la ventana del pub, avivГі el paso y pasГі aprisa por delante.

El albergue estaba en silencio cuando volviГі, pero, a travГ©s de una puerta cerrada, llegaba el sonido apagado de un televisor con el volumen bajo. Slim abriГі la puerta y vio a Mrs. Greyson dormida en su butaca delante de una estufa elГ©ctrica. El mando del televisor descansaba a su lado sobre el brazo de la butaca, como si hubiera tenido la previsiГіn de bajar el sonido antes de quedarse dormida.

Slim subiГі las escaleras. Puso el reloj sobre la cama y volviГі a salir. A menos de un kilГіmetro siguiendo la carretera, fuera de la Гєnica tienda del pueblo, Slim encontrГі una cabina.

LlamГі a un amigo en Lancashire. Kay Skelton era un experto en lingГјГ­stica y traducciГіn a quien Slim conocГ­a desde sus tiempos en el ejГ©rcito y con quien habГ­a trabajado antes. Slim le hablГі de la vieja carta encontrada dentro del reloj.

—Tengo que saber qué hay escrito en ella, si es que hay algo —dijo Slim.

—Envíamela por correo urgente —dijo Kay—. Yo no puedo hacer nada, pero tengo un amigo que puede ayudar.

DespuГ©s de la llamada, Slim se sorprendiГі al ver que la tienda seguГ­a abierta, aunque eran casi las seis y cuarto.

—Estoy cerrando —fue la seca bienvenida de la tendera, una mujer mayor con una cara tan agria que Slim dudó de si podría sonreír si lo intentara.

—Solo será un minuto —dijo Slim.

—¡Ah, eso es lo que dicen todos! —dijo con una mueca y una risa sarcástica que hizo que Slim dudara sobre si estaba haciendo una broma o mostrándose desagradable.

DespuГ©s de comprar un sobre, Slim averiguГі que, sГ­, la tienda tambiГ©n funcionaba como oficina local de correos, pero, aunque, sГ­, podГ­a hacer envГ­os urgentes, habГ­a que pagar un suplemento por envГ­os fuera de horario.

—¿Trelee está lejos de aquí? —preguntó, mientras la tendera, no muy sutilmente, le acompañaba hasta la puerta.

—¿Para qué quiere ir allí arriba? No hay mucho que ver para turistas.

—He oído que hay algo misterioso allí.

La tendera puso los ojos en blanco.

—Ah, se refiere a Amos Birch, el relojero. Yo creía que eso se había olvidado. ¿Por qué le importa que desapareciera un viejo?

—Soy investigador privado. La historia me ha parecido interesante.

—¿Por qué? Hay poco que decir. ¿Le ha contratado alguien?

Puso tanto desdГ©n en la palabra В«contratadoВ» que Slim se preguntГі si la tendera habГ­a tenido alguna mala experiencia con investigadores privados en el pasado.

—Estoy de vacaciones —dijo—. Pero ya sabe lo que dicen: una vez se es un poli, siempre se es un poli.

—¿Eso dicen, de verdad?

—Entonces… ¿saliendo del pueblo a la izquierda o a la derecha?

La tendera volviГі a poner los ojos en blanco.

—Hacia el norte por el camino hacia el viejo Camelford. Puede que vea una señal: solía haber una, pero el ayuntamiento ya no poda como antes. Unos diez minutos en coche.

—¿Y a pie?

—Una hora. Tal vez un poco más. Si conoce el camino, puede atajar por el borde de Bodmin Moor y ahorrarse algo de tiempo, pero tenga cuidado. Era un terreno de minas.

—Gracias.

—Y llévese algo de comer. Esta es la única tienda por aquí hasta llegar al garaje de la Shell en la A39 justo a las afueras de Camelford.

Slim asintiГі.

—Gracias por la información.

La tendera se encogiГі de hombros.

—Si quiere un consejo, yo me ahorraría el esfuerzo. No hay mucho más que ver que una vieja granja y poco por saber. Cuando Amos Birch desapareció, se aseguró de que nadie lo encontrara.




6







La lluvia dio la bienvenida a Slim a la maГ±ana siguiente, pero Mrs. Greyson estaba del mejor humor que le habГ­a visto nunca cuando le explicГі que salГ­a.

—No es el mejor día para andar por los páramos, ¿verdad? —dijo. Cuando Slim se encogió de hombros, añadió—: Quiero decir, tengo un paraguas que le puedo prestar, pero no lo va a poder llevar en su bicicleta y, en todo caso, el viento allí arriba lo estropearía.

Slim considerГі aceptar el farol y pedГ­rselo de todos modos, pero decidiГі arriesgarse con su cazadora habitual. Mrs. Greyson, sin embargo, sГ­ le ofreciГі un antiguo mapa del Departamento de Fomento, con Trelee marcado con un gran punto a un par de casillas por encima de donde se concedГ­a a Penleven bastante mГЎs espacio que el que merecГ­a su disperso caserГ­o.

La carretera era como ya habГ­a llegado a esperar de Cornualles en cualquier sitio que no fuera la A30 o la A39: un camino serpenteante e interminable apenas suficientemente ancho como para que pasaran dos vehГ­culos, un laberinto de curvas sin visibilidad y desvГ­os ocultos que entraban y salГ­an de valles boscosos entre suaves colinas onduladas de granjas y pГЎramos. De vez en cuando se abrГ­an setos claustrofГіbicos que revelaban bellos panoramas rurales de espacios abiertos llenos de neblina, pero al caminar a travГ©s de las sombras que dejaban los grandes ГЎrboles, con la Гєnica compaГ±Г­a del ladrido distante de un perro o el canto de un pГЎjaro, la imaginaciГіn de Slim empezГі a acosarlo con imГЎgenes de cuerpos mutilados y anuncios de personas desaparecidas en la contraportada de los periГіdicos dominicales.

Trelee, en el rincГіn del camino en el que el mapa indicaba que debГ­a estar el pueblo, era apenas una docena de casas, distribuidas a lo largo de menos de un kilГіmetro en un tramo llano rodeado de portones a campos que miraban a Bodmin Moor. Unos pocos caminos rurales desaparecГ­an en valles ocultos, con agrupaciones de graneros y granjas ocultos que solo mostraban sus tejados a travГ©s de ГЎrboles sin hojas.

Slim encadenГі su bicicleta a un portГіn cercano a una seГ±al del ayuntamiento anunciando TRELEE con letras firmes y la hierba aplastada a su alrededor, como si la hubieran golpeado con un palo y continuГі a pie, preguntГЎndose si el viaje habrГ­a merecido la pena. Las tres casas mГЎs cercanas eran bungalГіs modernos alejados de la carretera. Ninguno tenГ­a vehГ­culos en el exterior, lo que sugerГ­a que sus habitantes estaban trabajando en alguna ciudad lejana. Vio pocas seГ±ales mГЎs de vida: algunos juguetes de niГ±o en la entrada de uno, un elegante gato sentado en la ventana de otro.

Pasados lo bungalГіs, habГ­a tres granjas mГЎs antiguas, con muros de piedra y tejados de paja, un pedazo de un documental de viajes transportado a un sitio desconocido de Cornualles. Las dos primeras parecГ­an vacГ­as, con los portones cerrados y los buzones araГ±ados, pero en la tercera un hombre mayor trabajaba en el jardГ­n, echando los restos esquelГ©ticos de plantas muertas en una compostadora antes de colocar las viejas bandejas en una pila.

Slim levantГі una mano en respuesta a un amable saludo.

—¿Tiene un minuto? —preguntó.

El hombre vagaba por el jardГ­n.

—Claro. ¿Es usted nuevo por aquí?

—Solo estoy de visita. Vacaciones.

El hombre asintiГі pensativo.

—Qué bien. Yo hubiera elegido algún lugar más cerca de la costa, pero cada uno es como es.

Slim se encogiГі de hombros.

—Era barato.

—No me sorprende.

—Estoy buscando a alguien que pueda haber conocido a Amos Birch —dijo Slim, pues las palabras le salieron de la boca sin pensar realmente en qué estaba diciendo—. Ya sé que murió, pero me pregunto si tal vez tenía una esposa o un hijo. Encontré algo que podría pertenecerle.

El hombre se puso visiblemente tenso al oГ­r el nombre de Amos.

—El que haya muerto o no es dudoso. ¿A quién le importa?

—Mi nombre es Slim Hardy. Estoy en el albergue Lakeview en Penleven.

—¿Y qué ha encontrado?

Slim se dio cuenta de que no tenГ­a sentido volverse atrГЎs.

—Un reloj. Oí que era aficionado a esto.

El hombre se rio.

—¿Un aficionado? ¿Quién le ha dicho eso?

—Es lo que he oído.

—Bueno, amigo mío, si yo encontrara un reloj de Amos Birch, yo me lo quedaría para mí o al menos lo guardaría bajo llave.

—¿Por qué?

—Son cosas muy buscadas. Amos Birch no era un aficionado. Era un artesano famoso en todo el país. Sus relojes valen miles.




7







Mientras Slim se sentaba al otro lado de la mesa destartalada del hombre que se habГ­a presentado como Lester В«pero llГЎmeme LesВ» Coates, se encontrГі pensando constantemente en el reloj que habГ­a dejado despreocupadamente sobre la cama en el albergue. PodrГ­a valer una pequeГ±a fortuna, algo que, en ausencia de trabajos a la vista, le habrГ­a resultado muy Гєtil ahora mismo.

—Las historias continuaron —dijo Les tomando el té que Slim encontraba decepcionantemente flojo—. Fue literalmente un caso de visto y no visto. Desde el desplome de un pozo minero en Bodmin Moor al secuestro por un grupo terrorista internacional. Muy rocambolesco, podríamos decir.

—¿Vivía cerca de aquí?

—En la Granja Worth. Al norte de la mía, la segunda entrada a la izquierda. Tenía gente que trabajaba para él, pero era un mero mantenimiento. La gente siempre decía que la mantenía con pérdidas para desgravar impuestos.

—¿Para sus relojes?

—Eso fue luego. Empezó como granjero, al heredar la granja de su padre, creo. Luego, cuando aumentó el interés por su otro trabajo, recortó por un lado para expandirse por otro.

—¿Eran amigos?

Les sacudiГі la cabeza.

—Vecinos. Nadie era en realidad amigo del viejo Birch. No era la persona más sociable, pero era bastante amable si te lo encontrabas por la calle.

—¿Familia?

—Esposa e hija. Mary la sobrevivió unos pocos años, pero, después de morir, Celia vendió la propiedad y se mudó. La nueva pareja que vive ahí son los Tinton. Gente bastante agradable, pero algo cerrados. Maggie es algo pija, pero no es buena gente.

—¿Conocían la historia del lugar cuando lo compraron?

Les sacudiГі la cabeza.

—No sabría decirle. Ni siquiera supe que Celia lo había puesto en venta hasta que empezaron a llegar las furgonetas de la mudanza. Indudablemente no había carteles de venta hasta que apareció el de vendido. Habría estado bien que alguien del pueblo lo comprara, pero no puedes evitar estas cosas. De todos modos, a nadie le entristeció que Celia se fuera. Buen viaje.

Slim frunciГі el ceГ±o ante el repentino cambio en el tono de voz de Les. Le recordГі la reacciГіn que habГ­a recibido al principio al mencionar a Amos.

—¿Por qué dice eso?

Les suspirГі.

—La niña era mala gente. El viejo Birch tenía dinero. A la niña no le faltaba nada, iba por ahí con descaro. Se decían todo tipo de cosas sobre ella.

—¿Como qué?

Les parecГ­a dolido, haciendo muecas como si las palabras fueran una fruta podrida en su interior y no tuviera otra alternativa que tragarla.

—Le gustaban los hombres, eso decían. Los prefería casados. Más de un par de casas se vendieron mientras ella estaba por aquí, con familias que se separaban. Tenía solo diecinueve años cuando Amos desapareció y muchos dijeron que él ya había tenido bastante.

—¿Cree que ella lo mató?

Les golpeГі la mesa lo suficientemente fuerte como para sobresaltar a Slim y luego dejГі escapar una risa perruna.

—Oh, Dios, no. ¿Cree que se habría librado con algo así? La chica tenía sus recursos, pero no puedo creer que ideara una forma de librarse de él.

Slim querГ­a preguntar a Les si conocГ­a el nuevo domicilio de Celia, pero el viejo estaba frunciendo el ceГ±o como mirando al vacГ­o. Slim mirГі a su alrededor, buscando seГ±ales de la presencia de una mujer y no encontrГі ninguna. Se preguntГі si las historias sobre el estilo de vida decadente de Celia Birch eran algo mГЎs que rumores.

—Gracias por su tiempo —dijo, levantándose—. Le dejo con sus cosas.

Les acompaГ±Гі a Slim hasta la puerta.

—Venga cuando quiera —dijo—, pero, si quiere un consejo, no profundice mucho.

—¿Qué quiere decir?

—Las puertas de este sitio siempre están abiertas a los extraños. Pero si curiosea demasiado en lo que hay detrás de ellas, tienden a cerrarse de golpe.




8







Slim comiГі en unos escalones con una panorГЎmica del distante tapete verde de Bodmin Moor. Unas huellas de pisadas en el barro blando en un rincГіn del campo le decГ­an que la ruta era popular, pero todavГ­a no habГ­a visto otros paseantes.

Se sintiГі un poco incГіmodo cuando llegГі a la puerta de la Granja Worth, pero el sendero hacia el valle hacГ­a un ГЎngulo en torno a la parte trasera del corral antes de pasar un arroyo y dirigirse hacia el pГЎramo, asГ­ que Slim pudo ver a travГ©s del seto segГєn pasaba.

Una granja enfrente de un patio de cemento rodeado por anexos: dos grandes establos para animales, uno para maquinaria y un par mГЎs cuyo uso Slim solo podГ­a adivinar; silos para el grano o una procesadora lГЎctea, tal vez. En la parte trasera del espacio principal, un camino de grava baja a un grupo de edificios mГЎs pequeГ±os que tenГ­an el aspecto de ser de uso personal. Slim echГі un vistazo a travГ©s de la valla, preguntГЎndose si el mГЎs grande de ellos (una caseta de ladrillo con dos ventanas a ambos lados de la puerta y una pequeГ±a chimenea sobresaliendo del tejado en un extremo) habrГ­a sido en su momento el taller de Amos Birch.

Con un instinto para posibles pistas desarrollado a lo largo de ocho aГ±os como investigador privado, Slim sacГі su cГЎmara digital y tomГі unas pocas fotos del corral. La acababa de devolver al bolsillo justo un momento antes de que la voz de una mujer lo saludara.

—Mire, puede quedarse atascado ahí.

Slim se girГі rГЎpidamente. SaliГі del seto para caer en un montГіn de barro hasta el fondo. Mientras se giraba haciendo muecas ante la mancha marrГіn que subГ­a desde su tobillo hasta casi la mitad de su muslo, se encontrГі cara a cara con una seГ±ora anciana ataviada con ropa de senderismo de tweed. Se apoyaba en un bastГіn de caminar y lo miraba fijamente, entrecerrando los ojos a travГ©s de unas gafas que llevaba en la parte baja de la nariz.

Slim se puso en pie y se quitГі el barro de su ropa lo mejor que pudo. La mujer seguГ­a mirГЎndolo, frunciendo el ceГ±o cada vez mГЎs, con la cabeza inclinada hacia un lado como un artista examinan la obra de un rival.

—¿Ha visto algo de interés desde su posición estratégica?

—¿Qué?

—Desde ese matorral. —Agitó su bastón de paseo hacia el páramo—. Ya sabe, la mayoría de la gente en este camino mira más lejos a esos bloques espectaculares. Me pregunto qué puede encontrar interesante en unos pocos edificios de una granja ocultos tras un seto colocados de tal manera que alguien con al menos una pizca de sensatez podría considerar como un atentado a la privacidad de alguien.

El tono de voz de la mujer habГ­a pasado del interГ©s general a uno al borde del enfado. Slim estaba cansГЎndose de sus aires de grandeza, pero de repente se dio cuenta de con quiГ©n estaba hablando.

—¿Mrs. Tinton? Usted es la dueña de la Granja Worth, ¿verdad?

La mujer asintiГі con firmeza.

—Muy listo, ¿no? Lo soy. Y le voy a decir algo: no me importa quién haya vivido aquí. Estoy harta de que los buscadores de tesoros merodeando por aquí. He dicho a Trevor durante años que poner una valla eléctrica era la única solución, pero siempre piensa que cada mirón que atrapamos merodeando por nuestra propiedad será el último. Sinceramente, es demasiado amable para su propio bien.

—Lo siento.

—Debería. Ahora salga de ese seto de una vez. El derecho a vagar podría protegerlo en el camino, pero ese seto es parte de mi propiedad y al entrar en él está cometiendo un allanamiento. ¿Sabe que podría recibir una multa de hasta cinco mil libras por allanamiento?

En un momento de urgencia relacionado con un caso anterior, Slim habГ­a mirado una guГ­a para principiantes de las leyes britГЎnicas y no recordaba nada de eso, pero no ganaba nada discutiendo. ExtendiГі las manos, le lanzГі su mejor sonrisa de disculpa y dijo:

—No quería hacer daño a nadie.

—¡La Granja Worth no es una atracción turística!

La mujer clavГі su bastГіn en el suelo para dar mГЎs Г©nfasis a sus palabras, salpicando barro sobre las botas ya mojadas de Slim. PensГі en volver a protestar, pero decidiГі no molestarse. Ella no habГ­a notado la cГЎmara, asГ­ que era mejor irse mientras podГ­a.

—Mejor me voy a casa —dijo, volviendo al camino mientras ella agitaba el bastón en su dirección—. Vuelvo a pedirle perdón. No quería hacer daño a nadie.

—¡Lárguese!

Slim se alejГі por el camino. Una vez entre los ГЎrboles al fondo del campo se arriesgГі a echar una mirada atrГЎs. Mrs. Tinton habГ­a seguido caminando hasta los escalones, pero allГ­ habГ­a recuperado su tarea de centinela, apoyada en el bastГіn con ambas manos como un soldado con un rifle.

Solo la ruta mГЎs larga alrededor de la parte trasera de la granja le llevarГ­a de vuelta a la carretera sin pasar por delante de ella. El camino seguГ­a una estrecha y traicionera ribera con un salto de agua sobre el arroyo. El alto seto que rodeaba la granja solo ofrecГ­a grupos de zarzas para agarrarse, mientras que habГ­a una lГ­nea de ГЎrboles plantados en el lado de la granja, creando una red confusa de sombras en un terreno irregular. En algunos sitios, el arroyo habГ­a hecho desaparecer parte del camino y una secciГіn del seto cerca de la esquina sudeste se apoyaba en una pared mГЎs nueva de piedra, lo que indicaba que en algГєn momento se habГ­a socavado y derrumbado.

Las primeras gotas de lluvia empezaron a caer a su alrededor cuando el camino se abrГ­a a otro campo. Dentro de un invernadero pintoresco con un plato de bollos o incluso con una botella de whisky habrГ­a sido un sonido agradable y romГЎntico. Pero ahora le recordГі a Slim el largo camino en bicicleta de vuelta a Penleven. Se preguntГі si no era el momento de abandonar Cornualles y dejar atrГЎs el campo, pero no podГ­a enfrentarse al problema de la bГєsqueda de piso o las tentaciones que podГ­a traer el estrГ©s. En todo caso, mirГі enfadado el cielo oscuro y saliГі a la lluvia dejando atrГЎs la Гєltima cobertura de los ГЎrboles.

Al llegar de vuelta al albergue una hora despuГ©s, Mrs. Greyson le amonestГі por dejar barro en el felpudo, pero, por otro lado, parecГ­a contenta de verlo volver antes de que se hiciera de noche. En su habitaciГіn, picГі unas patatas fritas y algo de chocolate mientras cargaba sus fotografГ­as en su portГЎtil. No esperaba encontrar nada notable, pero cuando agrandГі la imagen del pequeГ±o edificio de ladrillo, un par de cosas captaron su atenciГіn.

Dentro de las ventanas de ambos lados parecГ­a haber barrotes, mientras que la puerta estaba adornada con un gran candado.




9







La desapariciГіn de Amos Birch resultГі ser demasiado banal como para causar mucha agitaciГіn en Internet. Tras bastante rastreo y un poco de bГєsqueda en los sitios de aficionados y especulaciГіn en fuentes fiables, Slim fue capaz de determinar la fecha exacta como el 2 de mayo de 1996, un martes, hacГ­a veintiГєn aГ±os y diez meses. De acuerdo con el historial meteorolГіgico, habГ­a estado nublado por la maГ±ana, con algo de lluvia a partir de las cuatro, aproximadamente.

El Гєnico artГ­culo relacionado con la propia desapariciГіn estaba en un blog de aficionados a la relojerГ­a, un post sobre В«quГ© fue deВ» acerca de relojeros aficionados que incluГ­a poco que Slim no supiera ya. En la noche del martes 2 de mayo de 1996, Amos Birch cenГі con su mujer y su hija y luego se fue a su taller para seguir trabajando en su Гєnico reloj. No se le volviГі a ver.

Las hipГіtesis iban del asesinato a la fuga. Entonces tenГ­a cincuenta y tres aГ±os y compartГ­a su hogar con su esposa, Mary, que entonces tenГ­a 47 aГ±os, y su hija. Celia, de 19. Tuvo lugar una investigaciГіn policial, incluyendo una bГєsqueda exhaustiva en Bodmin Moor, pero se llegГі a la conclusiГіn, en ausencia de evidencias que sugirieran otra cosa, de que Amos Birch sencillamente se habГ­a hartado y habГ­a abandonado su vida. El taller estaba abierto y sus botas de montaГ±a y su cazadora habГ­an desaparecido. No se habГ­a llevado ninguna identificaciГіn y su cartera se encontrГі posteriormente en un armario de la cocina. Sin embargo, como se creГ­a que habГ­a vendido muchos de sus relojes en efectivo a coleccionistas locales, la ausencia de retiradas de efectivo en cajeros automГЎticos en los siguientes dГ­as significaba que probablemente se habГ­a ido llevГЎndose dinero y posteriormente se habrГ­a creado una nueva identidad.

El artГ­culo no tenГ­a ningГєn otro detalle notable, pero la Гєltima lГ­nea tocГі la fibra sensible de Slim.

В«Parece que Birch sencillamente se hartГі y saliГі por la puerta, llevando consigo su Гєltimo relojВ».

No habГ­a nada que sugiriera que el autor sabГ­a algo acerca del reloj. En ninguna parte se mencionaba un reloj inacabado en el taller, asГ­ que podГ­a ser una elegante imaginaciГіn.

ВїEl Гєltimo reloj era el que Slim habГ­a encontrado en el pГЎramo?

Geoff Bunce habГ­a estado de acuerdo con la evaluaciГіn de Slim de que el reloj estaba sin terminar. ВїY si el Гєltimo reloj de Amos Birch estaba ahora bajo la cama de Slim?

Slim se levantГі, sintiГ©ndose nervioso de repente. No se conocГ­an las circunstancias de la desapariciГіn de Amos, pero Slim no se habГ­a callado acerca de lo que habГ­a encontrado. ВїY si Amos habГ­a escondido el reloj por alguna razГіn concreta?

ВїY si alguien lo estaba buscando? ВїPodrГ­a haber desaparecido Amos llevando consigo el reloj para esconderlo de alguien?

Slim tomГі la silla de la pequeГ±a mesa de la habitaciГіn, la inclinГі y la colocГі bajo el pomo de la puerta. No habГ­a pensado que la falta de cerradura fuera un problema, pero ser cauto no podГ­a hacerle daГ±o.

Se preguntГі si tendrГ­a que decirle algo a Mrs. Greyson, pero se lo pensГі mejor. Eso solo la preocuparГ­a y, en todo caso, le buscarГ­an a Г©l, no a ella.

Salvo que, por supuesto, Amos hubiera sido asesinado. Bodmin Moor y el ГЎrea que lo rodeaba supuestamente habГ­an sufrido muchas excavaciones mineras en el pasado y el suelo estaba plagado de antiguos pozos, muchos de los cuales no estaban identificados ni aparecГ­an en los mapas. No podГ­a ser difГ­cil deshacerse del cuerpo de Amos en algГєn sitio donde nadie podrГ­a encontrarlo nunca.




10







Durante el desayuno de la maГ±ana siguiente, Slim juzgГі que Mrs. Greyson estaba de buen humor, asГ­ que le hizo un gesto. A su llamada, los silbidos que llegaban desde la cocina como el trino de un pГЎjaro viejo pero contento callaron de repente y se dirigiГі con pasos firmes, estrujando su delantal como si recordara a Slim la molestia que se estaba atreviendo a causar.

—Mr. Hardy… espero que todo sea de su agrado.

Г‰l sonriГі, pinchando el plato con un tenedor.

—Por supuesto. Estos huevos me recuerdan a mi difunta madre y a las delicias culinarias a las que estaba sometido cada día.

—Eso es… estupendo. ¿En qué puedo ayudarle?

—Ayer subí a Trelee. Me perdí un poco en el páramo, pero una señora mayor fue muy amable dándome indicaciones. Querría enviarle una nota de agradecimiento, pero me temo que he olvidado su nombre.

—¿Y por qué cree que yo lo sé?

—Dijo que vivía en la antigua casa de Amos Birch. ¿No conoce el nombre de los nuevos dueños?

—No tan nuevos: llevan allí una docena de años.

Slim mantuvo su sonrisa, pero asintiГі como para animarla a contarle mГЎs.

—Tinton —dijo Mrs. Greyson—. Maggie Tinton. Solo puedo decir que debe haberla pillado en un día bueno. La vieja bruja más desagradable de los alrededores. Y apuesto a que usted pensaba que yo era mala.

La sonrisa de Slim estaba empezando a hacer que le doliera la cara.

—Su marido, Trevor, es mucho más agradable. Solía ir a beber al Crown hasta que… bueno, hace algún tiempo de eso.

—¿De qué?

Mrs. Greyson desenrollГі su delantal, se lo quitГі y luego frunciГі el ceГ±o, como si Slim le estuviera pidiendo que se saltara alguna frontera moral.

—Se hablaba… la gente decía que habían tenido algo que ver.

—¿Con qué?

—Con la desaparición de Amos —Antes de que Slim pudiera responder, añadió—: Es ridículo, por supuesto. Los Tinton vienen de Londres. No pueden haber sabido nada de Amos. Después de todo, Mary estuvo viviendo allí durante diez años después de que Amos desapareciera. Los Tinton se limitaron a encontrar una ganga.

—¿La gente cree de verdad que tuvieron algo que ver?

—Por supuesto que no. Solo era un rumor estúpido, pero ambos se ofendieron y, después de eso, se aislaron de la comunidad local.

—Parece que los conocía bien.

—Solía jugar al bridge en el local de la legión con Maggie, pero dejó de venir y nunca volvió.

—Es casi como reconocerse culpables.

—Les insultaron, nada más —dijo—. Se mudaron aquí para retirarse a la vida rural típica que se ve en televisión. Creo que esperaban una comunidad de gente simple que los esperaba con los brazos abiertos para llevarlos a las fiestas del pueblo y a los cafés de las mañanas. Cuando no consiguieron lo que querían, renunciaron.

—¿Pero no hay manera de que tuvieran algo que ver con la desaparición de Amos Birch?

Mrs. Greyson sacudiГі la cabeza.

—Absolutamente ninguna.

—¿Qué cree que pasó, entonces?

Mrs. Greyson puso los ojos en blanco.

—Pensaba que estábamos hablando de Mrs. Tinton.

—Debe creer algo. Parece que los conocía.

Mrs. Greyson se encogiГі de hombros y suspirГі.

—Él huyó de su familia. ¿Qué hay que saber? Amos tenía mucho dinero guardado y estaba fuera a menudo en sus viajes de negocios, convenciones de relojeros y todo eso. ¿Quiere mi opinión? Tenía alguna querida en el extranjero y huyó para estar con ella.

—¿No hubiera sido más sencillo divorciarse de Mary?

Mrs. Greyson tomГі de nuevo su delantal.

—No tengo tiempo para esto —dijo. Mientras se daba la vuelta y se dirigía a la cocina, añadió—: Disfrute de su paseo, Mr. Hardy.

Slim la mirГі frunciendo el ceГ±o. No iba a sacar mГЎs de ella, estaba seguro, pero al mencionar a la otra mujer, sus mejillas habГ­an tomado un color sonrosado que sin duda no tenГ­an antes.




11







Visitar la biblioteca local mГЎs cercana significaba volver a Tavistock. Slim se encontrГі solo en una sala de archivos buscando entre enormes ficheros de viejos periГіdicos locales de gran tamaГ±o, amarillentos y crujientes por el paso del tiempo.

Cada fichero contenГ­a el equivalente a un aГ±o de semanarios. Como esperaba de los periГіdicos de un pueblo pequeГ±o llenos de anuncios de agentes de propiedad inmobiliaria y empresas de alquiler de maquinaria agrГ­cola, habГ­a poco sensacionalismo en las breves noticias sobre la desapariciГіn de Amos Birch. В«Relojero local desaparece en misteriosas circunstanciasВ», decГ­a un titular, antes de continuar con una noticia tan poco detallada que era casi una repeticiГіn del tГ­tulo, centrГЎndose en la historia de Amos como artesano con grandes habilidades y respetable granjero local, pero sin ningГєn rastro de especulaciГіn.

La noticia mГЎs interesante la encontrГі en un fichero de un periГіdico llamado el Tavistock Tribune:

В«El granjero local y famoso relojero Amos Birch (53) estГЎ desaparecido desde la tarde del jueves, 2 de mayo, segГєn ha denunciado ante la policГ­a su esposa Mary (47). Famoso tanto nacional como internacionalmente por sus complejos relojes hechos a mano, se cree que Amos pudo ir a dar un paseo al atardecer por Bodmin Moor y perderse. Se considera que estaba mentalmente bien y no tenГ­a problemas de salud, pero, segГєn su esposa, estaba cada vez mГЎs nervioso durante la semana anterior a su desapariciГіn. La familia pide que cualquier informaciГіn con respecto a la desapariciГіn de Amos se comunique a la policГ­a de Devon y CornuallesВ».

Slim releyГі el artГ­culo un par de veces y luego frunciГі el ceГ±o. ВїNervioso? PodГ­a querer decir cualquier cosa, pero sugerГ­a que Amos sabГ­a que algo podГ­a estar a punto de ocurrir. ВїHabГ­a planeado huir o le habГ­a ocurrido algo?

Recordando una cita que le habГ­a contado un antiguo colega del ejГ©rcito acerca de cГіmo las pistas de un delito aparecГ­an a menudo mucho antes que el propio delito, buscГі unas semanas antes en las pГЎginas de los periГіdicos para encontrar algo relacionado con Amos Birch. Aparte de una columna de mГЎs de un mes antes de la desapariciГіn, que daba cuenta de un premio a Amos de una asociaciГіn nacional de relojeros, no habГ­a nada.

A la hora de la comida empezaron a dolerle los ojos doloridos por la lectura de textos difuminados por el tiempo, por lo que se fue a un cafГ© cercano a recuperarse. AllГ­ llamГі a Kay, pero su amigo traductor no tenГ­a aГєn informaciГіn sobre el contenido de la carta.

La mente que se habГ­a dirigido a la investigaciГіn privada unos pocos aГ±os despuГ©s de su deshonrosa expulsiГіn del ejГ©rcito estaba empezando a zumbar con ideas rocambolescas. Nadie se levanta y abandona una relaciГіn estable sin ninguna razГіn. O vas hacia algo o huyes de algo.

Las posibilidades eran infinitas. Un amante serГ­a lo evidente hacia lo que ir y un cliente descontento o un competidor de lo que huir. Sin ninguna imagen del propio Amos, era difГ­cil hacerse un juicio. Hasta ahora en las conversaciones de Slim el relojero habГ­a resultado un personaje oscuro en la comunidad, con la misma oscuridad de su profesiГіn colocГЎndole un halo de misterio. Incluso el camino a la Granja Worth y los altos setos que la rodeaban daban a la familia Birch un aire de encierro, un aire que los Tinton habГ­an mantenido.

El cafГ© tenГ­a telГ©fono. Slim tomГі una guГ­a de una estanterГ­a a su lado y volviГі a su mesa. HabГ­a unas dos docenas de Birch, pero ninguno que empezara con una C.

Slim volvГ­a a la estaciГіn de autobuses cuando oyГі a alguien gritar detrГЎs de Г©l. Algo en su tono urgente le hizo darse la vuelta y vio a Geoff Bunce saludГЎndolo desde el otro lado de la calle. Slim esperГі a que el hombre cruzara la calle.

—Pensé que era usted. Unas largas vacaciones.

Slim se encogiГі de hombros.

—Soy mi propio jefe. Puedo hacerlas tan largas como quiera.

—¿Así que le ha visto? ¿A su amigo?

El sarcasmo en el tono de voz del hombre causГі una ola de enfado en el estГіmago de Slim, pero forzГі indiferencia en su voz.

—¿Amos Birch?

—Sí. ¿Le ha devuelto el reloj?

—Todavía no. Estoy en ello.

—Mire, no sé quién es usted, pero creo que sería sensato tomar ese reloj y volver por donde vino.

Slim no pudo reprimir una sonrisa. Era un exmarine que habГ­a prestado servicios en el ejГ©rcito britГЎnico amenazado por un PapГЎ Noel vestido con una chaqueta verde de entretiempo. Bunce podrГ­a haber dicho que habГ­a sido militar, pero era difГ­cil creerlo.

—¿Qué es tan divertido?

—Nada. Solo me intriga la dureza de su tono. Solo soy un hombre que trata de vender un reloj antiguo.

—Venga, Mr. Hardy, eso es lo último que creo que sea.

—Recuerda mi nombre.

—Lo anoté. Hay algo en usted que me da mala espina.

—¿Solo algo? —Slim suspiró, cansado de juegos—. Mire, ¿quiere saber la verdad? Estoy aquí de vacaciones. Encontré ese reloj enterrado en Bodmin Moor. Esa mierda casi me rompe el tobillo. Solo resulta que mi trabajo actual, para bien o para mal, es el de investigador privado. Es difícil resistirse a un misterio.

Bunce arrugГі la nariz.

—Bueno, eso cambia las cosas.

—¿Qué quiere decir?

El otro hombre asintiГі, resoplГі, como si se preparara para revelar algo importante. Slim levantГі una ceja.

—Verá —dijo Bunce—, yo fui la última persona que vio vivo a Amos Birch aparte de su familia más cercana.




12







—¿Entonces dónde está el reloj que encontró?

Slim se sentГі enfrente de Geoff Bunce en un cafГ© en un rincГіn del mercado de Tavistock. Dio un sorbo a un cafГ© flojo en una taza de plГЎstico y dijo:

—Lo escondí.

—¿Dónde?

Slim sonriГі.

—Donde estoy seguro de que estará seguro.

Bunce asintiГі rГЎpidamente.

—Bien, bien. Buena idea. ¿Tiene entonces alguna idea de qué le pasó a Amos?

—Ninguna en absoluto.

—Pero usted es un investigador privado, ¿no?

—Trabajo sobre todos en asuntos extramaritales y fraudes en las bajas laborales —dijo Slim—. Nada para entusiasmarse. No voy a ganar dinero con esta investigación, así que si dejan de aparecer rastros probablemente desaparezca en el campo y busque algún caso con el que pueda hacerlo.

—¿No tiene ninguna pista?

—Todo lo que tengo es una lista mental de posibilidades y cuantas más borre, más cerca estaré de averiguar qué pasó realmente.

—¿Qué tiene en su lista?

Slim rio.

—Prácticamente cualquier cosa, desde un asesinato a una abducción alienígena.

—No pensará realmente… —Bunce se calló de repente, arrugando la nariz—. Ah, es una broma. Ya veo.

—En realidad no tengo ninguna pista. Por el momento, me limito a averiguar las circunstancias que rodean su desaparición. Tal vez pueda ayudarme con eso.

—¿Cómo?

—Dijo que fue la última persona que lo vio vivo aparte de su familia. ¿Y si me cuenta eso?

Bunce se encogiГі de hombros, mostrГЎndose repentinamente inseguro.

—Bueno, ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Fuimos a dar un paseo por el páramo, hasta Yarrow Tor, más allá de la granja abandonada que hay allí.

—¿Recuerda por qué?

Bunce encogiГі un hombro con un gesto extraГ±o y torcido.

—Era un paseo habitual. Lo hacíamos cada dos meses. No había ninguna razón especial.

—¿Recuerda de qué hablaron?

Bunce sacudiГі la cabeza.

—Bueno, debió ser lo habitual. No teníamos conversaciones muy profundas. Nos veíamos mucho, ya sabe. Siempre era sobre el tiempo, las quejas sobre la política, todo eso.

—No me está dando mucho para trabajar.

Bunce se mostrГі decepcionado.

—Supongo que no hay mucho que decir. Quiero decir, conocía a Amos desde siempre, pero no éramos tan íntimos como para contarnos todo el uno al otro. No era ese tipo de hombre. La gente a menudo bromeaba diciendo que prefería los relojes a las personas.

—Me dijo que ese reloj valía unos miles de pavos. ¿Es eso realmente cierto?

Bunce sonriГі, pareciendo aliviado de que Slim le hubiera planteado una pregunta que podГ­a contestar.

—Era como un matemático con sus manos. La mayoría de los artesanos tienen una habilidad particular, pero Amos era el paquete completo. Hacía todo: el diseño, las tallas, así como todo el trabajo mecánico interno a mano. ¿Tiene idea de lo difícil que es fabricar piezas de reloj a mano? En un día de trabajo puedes hacer una o dos partes pequeñas. Requiere mucho trabajo y poca gente hoy en día tiene ese tipo de concentración. Amos era de una raza especial.

—¿Cuántos fabricaba?

—No muchos. Dos o tres al año. Algunos eran encargos, creo, otros, ventas privadas. No tenía prisa. No quería ser rico. Le gustaban sus páramos y la vida tranquila. Su granja daba algunas ganancias (a pesar de lo que dicen muchos) y la venta de relojes le daba suficiente dinero extra como para tener un cierto grado de lujos.

—¿Es posible que alguien pudiera guardarle rencor? ¿Una venta fallida o tal vez un trato incumplido?

—Es posible, pero lo dudo. Amos era un hombre agradable y humilde.

—¿En qué sentido?

Bunce se tirГі de la barba.

—Era inofensivo, es la mejor manera que tengo de decirlo. Hablaba bajo y nunca decía nada malo de nadie. Se encerraba en su trabajo. Y su trabajo era bueno. Nadie podía quejarse de relojes hechos con tanto cariño y cuidado. Quiero decir, ¿cuántas veces se estropean los relojes de cuco? ¿Cuántas veces ha entrado en un pub y ha visto uno estropeado en la pared de un rincón? Por el contrario, los relojes de Amos… Quiero decir, ¿cuánto tiempo ha estado enterrado ese reloj? ¿Veinte años? ¿Y aun así pudo darle cuerda y funcionó sin problemas? Ningún reloj que compre en una tienda tendrá esa resistencia. Los relojes de Amos se fabricaban para durar.

Bunce no tenГ­a nada interesante que aГ±adir, asГ­ que Slim apuntГі su nГєmero, se excusГі y se fue. HabГ­a llegado a la estaciГіn de autobuses y estaba en la cola de la taquilla cuando tuvo una idea.

SacГі el nГєmero de Bunce y llamГі al anticuario.

—¿Tan pronto me vuelve a necesitar?

Slim sonriГі.

—Solo una pregunta rápida. ¿Con un reloj como el que encontré, ¿cada cuánto tiempo cree que hay que darle cuerda?

—Oh, no lo sé, una vez cada pocos meses. Amos solía hacer unos muelles increíbles. Podías darles cuerda y duraban un montón.

—Muy bien, gracias.

Cuando volviГі al albergue, Mrs. Greyson estaba quitando el polvo en el recibidor. Slim le dio educadamente las buenas tardes y luego subiГі aprisa a su habitaciГіn. AllГ­ sacГі el reloj de debajo de la cama y se sentГі a oГ­r el tictac durante unos minutos. Luego le dio la vuelta, quitГі el panel de madera que Bunce habГ­a dejado desatornillado y mirГі el mecanismo del reloj. El pequeГ±o dial enrollado en el reloj reverberaba ligeramente con cada tic.

FrunciГі el ceГ±o, tocГЎndolo ligeramente con un dedo, advirtiendo la falta de suciedad, comparado con el resto del reloj.

Cada pocos meses, habГ­a dicho Bunce. Si el reloj se habГ­a fabricado hacГ­a unos veinte aГ±os, el muelle se habrГ­a desenrollado mucho tiempo atrГЎs.

Slim no le habГ­a dado cuerda, lo que le hizo preguntarse quiГ©n lo habГ­a hecho.




Конец ознакомительного фрагмента.


Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=65164651) на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.



Если текст книги отсутствует, перейдите по ссылке

Возможные причины отсутствия книги:
1. Книга снята с продаж по просьбе правообладателя
2. Книга ещё не поступила в продажу и пока недоступна для чтения

Навигация